La importancia de una coma

Un blog freak, salvaje y sentimental

31.10.07

Placer y Psicoanálisis

Al post de las frikicamisetas con el que nos ilustró la Lincesa respondí que yo tengo una de esos estupendos atuendos con una frase genial: NO SOY UNA ONG. Claro está, si mis amigos decidieron regalármela por mi último cumpleaños no es por casualidad, sino porque cada día me quejo más sobre un hecho irrefutable en mi vida, que no es otro que debo tener cara de gilipollas integral elevado a la quinta potencia.

No se trata de que todo el mundo me cuente sus penas. A esto le he cogido el gusto y no me voy a poner en plan mártir porque, en buena medida, es algo que provoco yo porque me gusta tener relaciones de verdad y no basadas en un par de cañas y una conversación sobre la última temporada del Zara en vaqueros. Tampoco es el hecho de que haya por ahí quien se crea que soy el Fondo Monetario Internacional. Ni siquiera me molesta que en el trabajo deleguen en mí marrones de diversas tonalidades y olores. Qué más da. Eso lo tengo casi asumido.

Con lo que no comulgo es con el hecho de que mis ligues, parejas, relaciones, polvetes, rollos, follamigos (creo que ya me entendéis así que paro) vean en mí a una gran persona, estupenda, formidable y maravillosa, sí, pero para que les solucione sus más variadas pajas mentales. Porque un buen número de ellos asegura con tono solemne y mirando al infinito “hay qué ver cuánto me has enseñado. Gracias a ti soy mejor persona, me he descubierto a mí mismo y ahora soy la bomba. Gracias, de verdad, por ser quien eres”.


Esto, que suena la mar de bonito y hasta puede hacer que se te salte una lagrimilla, viene justo después de que me hayan dejado, claro está. Y, entonces, en ese mágico instante, pues uno se pregunta por qué narices si es tan gran persona el individuo en cuestión ni ha parpadeado al mandarlo a freír monas y ya está pensando en cepillarse al camarero que inocentemente ha venido a retirar tu quinta cerveza de la noche. Y no, no es porque seas alcohólico, sino porque verdaderamente tienes que consumir ingentes cantidades de alcohol que debiliten tus reflejos para no volverte loco tarareando un tralirurá traliruré, dando pequeños saltitos entre las mesas colindantes, para superar el estado de estupefacción que te producen este tipo de situaciones que, de paso sea dicho, se repiten con una frecuencia inusitada. Eso sí, al menos tienen el detalle de darme las gracias por haber sido tan buena persona y haberles ayudado a poner en orden sus malogradas ideas y con eso ya ellos se van a casa dándose palmadas en la espalda y dispuestos a dormir a pierna suelta porque han lavado su conciencia con perlán a través de un entregadisísimo agradecimiento.

Que sí, hombre, que está muy bien, pero ¿qué pasa con eso que se suponía que había entre nosotros? Quiero decir, el polvo, rollo, follamistad, relación, amor, cariño, enchochamiento... lo que sea. ¿Qué pasa con eso? Porque, que yo sepa, yo no inicié una relación contigo de índole profesional ni te mostré un diván en cuanto me soltaste un morreo. No, hijo, no.

Bien visto, no sé por qué me quejo, si debería fundar la asociación Idiotas Sin Fronteras (en un principio era Maricas Idiotas Sin Fronteras, pero por economía y continua asociación procedí a la omisión de lo primero), que de seguro me iba a forrar. Yo sé que debería sentirme útil y un espécimen altamente funcional en la sociedad actual, pero la verdad es que me jode terminar siendo siempre reducido a una personificación del equilibrio mental del que carecen mis compañías, quienes, evidentemente, no superaron sus traumas de la infancia y de la adolescencia solitos, como servidor, y decidieron que no había mejor pringado en kilómetros a la redonda para que les psicoanalizara gratis y le ayudaran en esa ardua tarea que es pensar y reconducir sus maltrechas existencias. Sí, estoy convencido de que en los bares de ambiente me deben llamar el Freud, el Piaget o el Gay No Gubernamental. Y, por eso, se me ponen los pelos como escarpias cuando me quieren presentar a un amigo o a aquél de más allá con una mirada perdida que, no os engañéis, no significa que sea una persona soñadora sino que se trata de otro ente mal de la azotea dispuesto a estarme eternamente agradecido por la ayuda que le prestaré entre polvo y polvo. Placer y psicoanálisis, todo un lujo. Ahora me explico por qué estoy tan solicitado. El boca a boca es lo que tiene.


Pero, oye, aprenden una barbaridad conmigo ¿eh? Y yo me pregunto embriagado en mi cebada del momento ¿y yo? ¿Cuándo aprenderé yo?

21.10.07

la ciudad

la ciudad es una jaula de oro, plata o bronce. todo depende del ánimo para enfrentarse al asfalto de las personas q las vivan.

mi antigua ciudad fue una jaula de oro hasta q, sin sentirlo, apareció la llave maestra. una llave también de oro, available para cualquier cerradura similar y ahora, aunque cambie en número de habitantes, nunca habrá problemas para abrir ningún tipo de puerta, ni la de una caja fuerte.

una vez q la llave universal está ahí, ni una ciudad de criptonita resistiría en sus aberturas la introducción feliz de la llave maestra.

la ciudad es un hombre, no demasiado mayor (o sea, proclive a haber tenido un fracaso y derrumbarse en dos segundos), tirado al lado de un escaparate demodé, con un libro viejo por almohada (eso si q es un libro de cabecera). él duerme de día los sábados, domingos y fiestas de guardar y por la noche reflexiona sobre como llegó a esa situación.

la ciudad son dos lesbianas eternas haciendo comándita con los padres de una de ellas mientras toman churros al sol. esa escena es el segundo punto de giro del segundo acto, q lleva a finalizar en las mentes de ellos q su hija será feliz con ella, con la otra, con otra como su hija y, aunque quizás no fuese el final q ellos hubiesen querido, el de siempre, el de boda por la iglesia y banquete previa despedida de soltera, se sienten como un arcoiris facial cuando ven q, al menos, alguien le cogerá la mano a su nena cuando tenga algún fracaso, la vida le trate no demasiado bien o simplemente envejezca y ellos ya no estén para cuidarla y q eso será así por los siglos de los siglos....

amén

12.10.07

Frikicamisetas

Miro por la ventana y sigue lloviendo. Me apetecería bajar a la calle y bailar en los charcos mientras el agua me empapa. Pero hace frío; no es momento de ponerse salvaje. Ni sentimental. Sólo me queda un adjetivo cómico (de coma). Y bueno, todo el mundo cree que soy friki, así que allá vamos. Qué mejor momento que éste, con el otoño bien entrado, con las tormentas castigándonos sin cesar, para hacer un ranking fresquito de frikicamisetas... De todos esos modelos que has visto por internet y piensas que son muy buenos, pero que nunca te pondrías en realidad. O quién sabe, tal vez han intentado ligar contigo con alguna de esas puesta. Piénsalo bien, tu ropa es demasiado aburrida, es hora de renovar vestuario. Este es mi top ten de ropa friki. Me gusta porque compensa mi falta de personalidad. Si ves a alguien llevando alguno de estos diseños guíñale un ojo, podría ser yo;P

10. En el último lugar no he podido resistirme a este gran clásico de la tienda setaloca.com. Que vivan los pijos y las faltas de ortografía;)

9. Cualquier friki que se precie debería tener el pantallazo de windows siempre presente...


8. Otro gran clásico... Porque cualquier cosa es posteable, ¿o no?

7. En la tienda de
cierta bloguera también hay cosas interesantes...

6. Menuda declaración de intenciones...


5. Que viva la asocialidad friki...


4. Para tocapelotas como yo, la camiseta de los spoilers. Cuenta el final de un montón de pelis de golpe y quédate tan a gusto.
3.
Otra simpática para hacer amigos... (Bebo para encontrar interesante a gente como tú)

2. Menuda plaga de
ecualisetas. Lucecitas al ritmo de la música. Con estas es imposible pasar inadvertido (¿acaso alguien lo pretendía?).

1. Y la número uno no podía ser otra. La camiseta Wifi busca conexiones y se ilumina cuando detecta alguna red. Menuda frikada, ¿no? Seguro que he olvidado alguna chula, ¡¡pero es que hay tantas!! Si falta la tuya, y tienes una foto, ¡mándamela! (si te queda espectacular añade también tu nº de teléfono;).
Felix octubre!

1.10.07

Tiempo que Perder

Los días son esas jornadas perecederas, intensamente exiguas, que se nos deshacen entre los dedos con una facilidad desgarrante. El tiempo pasa. Las horas corren, los minutos vuelan, los segundos viajan a la velocidad de la luz. Cuando te percatas ya te encuentras metido en la cama, cerrando los ojos y despidiendo otro día más que se marcha provocando una mancha en tu interior que se manifestará en cuanto te hagas consciente de la fecha en la que vives (esto, naturalmente, lo de vivir digo, es un decir. ¿Quién narices vive teniendo una agotadora jornada laboral y un tumulto de problemas haciendo legión y amenazando con clavarte el colmillo en cualquier descuido?). Un día te levantas y ya es febrero. Otro estás en junio. Al siguiente en octubre y así nos montamos en el fin de año una y otra vez, preguntándonos qué diablos ha sucedido con toda esa cantidad de tiempo que se suponía prometedor y que se ha disipado como el humo de un cigarro.

La rutina de actividades nos sume en una plena inconsciencia sobre la inexorabilidad de las agujas de un reloj que no se detiene, que sigue adelante a pesar de nuestros estados de ánimo y muy por encima de nuestros deseos de retroceder, adelantar o, sencillamente, congelar. Es curioso, pero nunca vivimos el momento presente. Ya, ya sé que la cantinela del carpe diem está muy vista, pero ¿qué es lo que realmente importa? El pasado no se puede cambiar ni se puede volver a vivir, por mucho que la vida se plagie continuamente a sí misma, como escribiera Arrierita en sus mensajes de messenger. El futuro llegará como y cuando tenga que llegar, no importa cuánto lo planifiquemos o soñemos porque en raras ocasiones se parecerá lejanamente a la idea que hemos conformado de él. Quizás, lo único con lo que contamos es con el presente, lo que hay, las circunstancias en las que nos movemos, por mucho que los recuerdos y los sueños nos consuelen a veces de lo que somos.

Al final, uno sólo tiene lo que vive. Por eso, cada día ha de ser especial por algún motivo. Hay que encontrar briznas de placer disueltas en lo que hacemos, en los lugares que pisamos, en los ojos a los que miramos. No han de suceder grandes hitos en tu vida para que el día merezca la pena. No tiene por qué acontecer un cambio radical en tu existencia. Puede que, sencillamente, aprendas a desgranar un detalle nuevo que has encontrado en tu camino y que te ha provocado una sonrisa sincera que te guardas para ti al ser demasiado valiosa. Puede que un escalofrío te asalte situando tus nervios a flor de piel. Puede que una mirada te haga soñar. Cualquier elemento, por nimio que resulte a simple vista, puede hacer que un día, una hora, un minuto o un segundo sean especiales. Hay que aprender a valorar como se merecen los pequeños, pero imprescindibles, detalles del cosmos.

A veces nos olvidamos de que los momentos, los objetos y las personas que nos rodean no son especiales por sí mismos, sino que gozan de esa calidad gracias a nosotros. Y, no hay nada más reconfortante que hacer un momento, un objeto o a una persona especial y guardar ese recuerdo en el álbum de sensaciones de nuestra memoria. Porque ése, exactamente ése, es el tiempo que no se pierde, el que te ofrece la sensación de estar aprovechando al máximo tus capacidades, el que sientes enlazado a tus terminaciones nerviosas.

Ése, exactamente ése, es el tiempo que no se pierde y se atesora. El que se aprovecha de verdad. El que hace más fácil vivir (o sobrevivir, como buenamente se prefiera desde el estado de ánimo de cada uno). El que cuenta.
El que te ofrece la sensación de estar realmente vivo.

No hay tiempo que perder.