La importancia de una coma

Un blog freak, salvaje y sentimental

24.12.07

reversibles navidades

éstas fechas son una parafasia de verano, como las tormentas q no te esperas cuando estás dentro del mar q es un año.


pizpireta es la palabra más bonita de la historia, según algunos, y navidad la más obligada pq todo el mundo por webs tiene q estar feliz y contento.


quizás las navidades definan nuestro caracter o puede q nuestro carácter se defina en las navidades q van pasando y en la gente q ganamos o en la q dejamos atrás de manera natural o artificial, como los árboles q decoran nuestras casas.


ahora es el tiempo de las fotos desenfocadas, como las luces nocturnas q transforman su cárcel diurna en un azul rollito de primavera color mazapán.


como yo soy de los reyes magos y no del gordo q se tira por los balcones, hoy no regalo nada. solo recuerdo al tipo barbudo q nació hace la torta de años y q tan consumible está resultando para todo el mundo.

besos y abrazos reversibles

10.12.07

A veces escribo por no estarme quieta

Llevo unos días en los que no hago más que escuchar el Good girl gone bad de Rihanna. Y es curioso porque la música negra no me gusta especialmente. Eso sí, cada vez que lo escucho me gusta más y sólo puedo preguntarme cómo le habrá sentado a la Culona (a.k.a. Beyoncé) que su novio le haya producido a otra un disco redondo a años luz de lo que ella jamás grabará. Porque sí, vale, la Culona tiene algunas canciones que están bien (siempre he dicho que los primeros treinta segundos de Crazy in love son de lo mejorcito hecho en esta década… hasta que ella abre la boca, claro) pero en cada uno de sus dos discos en solitario (en los que tiene con las Destiny’s Child no entro a opinar) apenas sí hay dos o tres temas potentes entre casi una quincena de relleno que suenan igual y se hacen cansinos si no eres precisamente aficionad@ a este tipo de estilo y que incluso pueden provocar que con tanta paja te entren ganas de echarte una siestecita (con todos mis respetos a las fans de Beyoncé que leen esta página que algunas —sólo algunas— me caen muy bien). En cambio el disco de Rihanna, una vez superado el empacho de Umbrella, se revela como un álbum cargadito de potenciales singles que me hace menear el pie rítmicamente en el metro mientras lo voy escuchando en mi mp4.
[Vale, esta era la parida de hoy. No me preguntéis por qué pero me apetecía decirlo.]

Esta mañana, cuando he ido al estanco a comprar tabaco, estaba el marido de la señora que atiende siempre. Al pedirle mis dos paquetitos de L&M azul (que ya no son lights) el marido ha murmurado algo mientras lo cogía y la señora me ha mirado con picardía y me ha dicho: “Que me pregunta mi marido que si tienes dieciocho años (insértese aquí mi cara ojiplática, boquiabierta y patidifusa) y le digo que sí, que los acabas de cumplir”. He hecho esfuerzos para no descojonarme allí mismo y he dicho que sí, que los cumplí ayer mismito. Ya me pasó en otra ocasión, a los veinticuatro, que me pidieron el DNI para comprar tabaco. Pero que rozando la treintena duden de tu mayoría de edad se convierte en un halago.
[Y me he ido a clase con sonrisa de gilipollas. Ayss, dieciocho… quién los pillara.]

Hace un rato, cuando salía de mi clase de edición, y me dirigía al metro para volver a casa (con mi trancazo, mi regla y mi contractura a cuestas) he visto a mi primer editor esperando junto a la boca del metro. Lo que pasa es que cuando le he reconocido ya había empezado a bajar las escaleras así que no me he vuelto. Además, después de marcharse de mi editorial, pese a mis intentos, no demostró mucho interés en mantener el contacto conmigo por lo que casi mejor no haberle dicho nada. Los dos nos hemos ahorrado un absurdo diálogo de besugos. Pero me ha hecho gracia por la casualidad que suponía en ese momento.
[Vale, otra parida. Será que tengo el día tonto.]

Y ahora me voy a tumbar en la cama, ponerme la manta eléctrica, tomarme un Myolastan y verme más capítulos de la serie de las mujeres sin lengua, que este miércoles quiero hacer algo inédito en mí: ver el último capítulo de la temporada de Hospital Central en directo, con intermedios publicitarios interminables y todo.
[Comprobado: el aburrimiento eleva las cotas de masoquismo.]