La importancia de una coma

Un blog freak, salvaje y sentimental

27.2.08

Flirteo adolescente

Últimamente me fijo mucho en los comportamientos de la gente de mi entorno (qué coño últimamente, me fijo siempre pero en fin, de algún modo tenía que empezar). Pese a que ya forma parte de una de mis más cansinas teorías de barra de bar, no dejo de sorprenderme al comprobar cómo nuestro cuerpo parece dejar atrás la adolescencia pero nuestra mente se resiste a olvidarla.
[Y no me cansaré de recomendar encarecidamente que, a tenor de las contundentes pruebas que aporta el personal, se prolongue dicha época hasta los 35 años... por lo menos.]

Pero sin lugar a dudas lo más divertido es ver a treintañeros y treintañeras flirteando unos con otros como si en lugar de ser supuestos adultos todavía estuvieran en el patio del instituto comiéndose un bollycao ofreciendo el perfil bueno porque en el otro les ha salido un grano...
[Casi diría que me resulta tierno si no me resultara, en ocasiones, tan... poco práctico.]

Y es que cuando somos adolescentes pensamos que al crecer se nos quitarán los nervios, las dudas, la ansiedad que nos asolan cuando otro ser humano nos hace tilín. Que sabremos manejar la situación, que seremos fuertes y asertivos (bueno, por lo general, esta palabra nos suena a chino tanto cuando somos adolescentes como cuando creemos que hemos dejado de serlo), que la experiencia nos habrá enseñado mucho y que nosotros habremos aprendido porque, por supuesto, tendremos mucha...
[Bendita inocencia y bendita ingenuidad.]

Pero no. No, no y no. Cuando crecemos seguimos siendo los mismos adolescentes inseguros que se lanzaban miraditas de reojo durante las clases. Y lo peor de todo es que nosotros estamos totalmente convencidos de que no es así. De que cuando nos mola alguien no se nos nota. Es más, de verdad creemos que no se nos nota en absoluto cuando la verdad es que se nota. Mucho. Muchísimo. Muchichichísimo. Y no, queridos y queridas, no hemos aprendido en absoluto de ninguna de las múltilples lecciones que nos ha brindado la vida. Así que nos retrotraemos a los quince años y lanzamos miraditas furtivas a nuestro objeto de deseo (o de cariño o de lujuria o de lo que nos provoque), se nos escapan risitas nerviosas o desvíamos los ojos si la otra parte se percata de nuestro marcaje o nos entra una verborrea incontrolable/tímidez arrasadora cuando ese sufrido objeto está cerca de nosotros preguntándose qué coño nos pasa.
[¿Y para esto nos decían de pequeños aquello de "Cuando seas padre/madre comerás huevos"? Así nos luce el pelo...]

Si es que... Seguro que moriremos albergando en nuestro interior a un/a quinceañero/a de hormonas incontroladas...

3 Comments:

Anonymous Anónimo dijo...

a ver q tienes q decir tu de las treintañeras ¿eh? ¿eh? ¿eh?

:-P

supongo q, en el fondo, somos unos niños desde q nacemos hasta q nos vamos a la tumba disfrazados de adultos con una vida plena...

ssk mf

pd: pq no quitamos las letras de verificación porfaplis? son un horror.. grrrr

jueves, febrero 28, 2008 2:17:00 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Supongo que "el juego de la seducción" es universal y que, como el amor, no tiene edad....

Besitos.

viernes, febrero 29, 2008 2:13:00 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Desde luego...

Vamos, que digo yo que estas cosas, lo de albergar una quinceañera perpetua dentro y tal, son normales hasta el momento en el que le impide al personas comportarse como un adulto cuando es necesario. Que no veo mal esto de los nervios y el sonrojo (hasta puede parecerme tierno en según que casos) aunque, evidentemente, tenemos pruebas más que sobradas de que esa actitud de quinceañera descerebrada incapaz de controlar sus nervios no sólo se presenta durante el flirteo...

Vamos, que sí, que la edad mental raras veces coincide con la física. De hecho, fue una de las primeras cosas que me dijiste cuando nos ciberconocimos :p

Besos (haciendo circulitos con la punta del pie, of course...).

domingo, marzo 02, 2008 7:56:00 p. m.  

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