El libro, el bolso, el abrigo.
No son tres cosas que me llevaría a una isla desierta. O sí, quién sabe.
Nunca antes había devorado un libro de esa manera. Es difícil explicar lo que sientes cuando son tantas cosas a la vez. A menudo me invade cierto orgullo, pero luego me siento como una falta de ortografía en medio de todas esas cultas palabras. Aunque sé que detrás de cada una de ellas hay un sendero de sufrimiento, un camino que yo también he seguido, una triste ruta en la que, sin embargo, el dolor nos ha guiado a lugares distintos.
Tal vez no llevé cuidado con el bolso. Era color rosa cursi. Pero era un rosa cursi precioso, el más precioso. Tan versátil que cuando se te cae al suelo crees que nada se va a romper. Y supongo que no es así.
Todo sucede muy rápido, sujetas el abrigo para que no toque el suelo, pero sueltas el bolso. El daño ya está hecho. No sé qué se ha roto dentro, pero puedo oir los pedazos sueltos. ¿Cómo puedes pedirle a un bolso que no se rompa, cómo pretendes que entienda lo importante que es para ti?
A simple vista parece que el abrigo sigue intacto, formando cuadros que hacen juego con el bolso. Una bonita pareja. Sin embargo creo que se ha rasgado también el forro. Por fuera no se nota porque es un abrigo de muy buena tela. Debe ser tela manga. Esa que abriga en invierno y refresca en verano. No sé qué hacer. Les echo de menos
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4 Comments:
Directo al corazón, Lincesa. Un tiro certero, sin ninguna duda...
No pretendía ser un disparo sino un abrazo...
Ya no hay nadie a quién abrazar... Ni nadie que se pase por aquí para recibirlo...
es lo más bonito q he leído últimamente, pequeña....
...y lo he leído hoy.
mil besos
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