La importancia de una coma

Un blog freak, salvaje y sentimental

11.3.08

Lo que nos une

¿Qué es lo que une a unas personas con otras? ¿Qué es lo que hace que el cuerpo vibre en perfecta armonía con la vibración de otro cuerpo próximo? ¿Qué es lo que hace que los problemas desaparezcan y se difuminen en una pantalla de ojos achicados y sonrisa abierta, esa cara de gilipollas que se nos queda a todos de cuando en cuando?


Pueden ser los gestos: una mano posada en el hombro, un brazo rodeando una cintura, un beso de labios cerrados estampado en la frente, en las manos o en la boca, un abrazo desmedido en el que se levanta a la persona del suelo, una mirada de complicidad repentina, una sonrisa que permanece alumbrando el semblante durante horas hasta mucho después de haber desaparecido.


Pueden ser las palabras: de agradecimiento, de profunda amistad, de reencuentro, de descubrimiento, de interés, un cómo estás sincero, una broma compartida, el relato de una vida al descubierto al trasluz de la madrugada, de una madrugada como otra cualquiera que escapa del absurdo y deja atrás a sus absurdas compañeras para ser especial.


Pueden ser las circunstancias: conversaciones que alarman a los compañeros de vagón de metro y provocan carcajadas, deseos formulados antes de la medianoche y que se cumplen pasada la medianoche (un polvo, un dildo... esas cosas normales que todos deseamos), cumpleaños grandiosamente celebrados con sandwiches de nocilla (ninguna otra cosa habría causado tanta sensación), regalos inesperados (muy inesperados algunos), canciones que se balancean en la mente de dos personas y que, de repente, suenan a todo volumen en el pub para convertir a ambos en protagonistas singulares de la pista de baile, del eco del cantar que resuena por encima del estruendo. Protagonistas de la vida y de las emociones que se aproximan todavía más envueltos en un aura de complicidad.


O puede que, sencillamente, sea el hecho de que las personas, de vez en cuando, nos deshacemos del lastre que nos ancla a fondos marinos que nos impiden vivir y sentir para flotar en la superficie, ser nosotros mismos, vaciar el vaso lleno de agua y de sal y dejarnos mecer por la marea para expresar todo eso que no se puede decir con palabras, ni con gestos, ni según las circunstancias.


Es la sensación certera de que estás vivo, de que formas parte de algo y de alguien, de un todo cuasi perfecto y, por ende, del recuerdo.


Eso es lo que une a las personas: que se recuerden unas a otras esbozando la misma mirada de felicidad compartida.